RETO TOKIO CAPITULO 15 - ENCONTRAMOS LA ESPADA DEL SAMURÁI (Hikaru Nara Op Full)
El sol matinal se reflejaba en las aguas tranquilas del estanque que rodeaba el majestuoso Templo Byōdōin, creando destellos dorados que iluminaban las intricadas tallas de madera del Salón del Fénix. El templo, con su arquitectura elegante y simétrica, parecía flotar sobre el agua como un espejismo etéreo. Las alas extendidas del edificio principal evocaban la figura de un ave mítica a punto de alzar el vuelo, simbolizando la pureza y la trascendencia espiritual. El sonido suave de las hojas de arce meciéndose con la brisa otoñal y el canto lejano de los pájaros creaban una sinfonía natural que envolvía el lugar en una paz casi irreal. Las linternas de piedra, dispuestas a lo largo de los senderos de grava blanca, lanzaban sombras delicadas que danzaban al compás del viento.
Rey Potro se detuvo en el puente de piedra que conectaba la orilla con el templo, dejando que la serenidad del entorno calmara su mente. Había llegado a este lugar siguiendo las indicaciones del anciano del Santuario Fushimi Inari, con la esperanza de encontrar respuestas y, quizás, el siguiente pasó en su misión. Sabía que una prueba le aguardaba, una prueba que pondría a prueba no solo su destreza física, sino también su crecimiento espiritual.
Al cruzar el puente, fue recibido por un grupo de samuráis que, con sus armaduras brillantes y katanas al cinto, irradiaban una presencia imponente. Sus rostros serenos, marcados por la disciplina y la experiencia, reflejaban una vida dedicada al arte de la guerra y la meditación. Entre ellos, destacaba un hombre de rostro severo y mirada penetrante, cuyos cabellos grises y cicatrices narraban historias de innumerables batallas.
—Bienvenido al Templo Byōdōin, forastero —dijo el líder de los samuráis con voz grave, que resonaba como un eco entre los muros del templo—. Aquí, la fuerza y la sabiduría se entrelazan. Si deseas obtener la ubicación de la katana legendaria, deberás demostrar tu valía en un duelo honorable.
Rey Potro asintió, aceptando el desafío sin palabras. Sabía que esta no sería una simple confrontación de habilidades, sino una prueba de todo lo que había aprendido desde que comenzó su viaje.
El duelo se llevaría a cabo en el patio central del templo, un espacio amplio rodeado de pilares de madera roja y linternas de piedra. El suelo de grava crujía suavemente bajo los pies, y el sonido del agua fluyendo en pequeños canales cercanos acompañaba la tensión creciente. La audiencia estaba compuesta por monjes y guerreros, todos observando en silencio respetuoso. El aire estaba cargado de anticipación, y cada sonido, desde el crujir de la madera bajo los pies hasta el susurro del viento, parecía amplificado por la tensión del momento.
El samurái líder desenvainó su katana con un movimiento fluido, la hoja brillando bajo la luz del sol. Rey Potro, con una espada prestada por uno de los monjes, se posicionó con firmeza, recordando las enseñanzas de los monjes en el Santuario Fushimi Inari y el Templo Kiyomizu.
El combate comenzó con un intercambio rápido de golpes, cada uno midiendo la fuerza y la velocidad del otro. Las espadas chocaban con un sonido metálico que resonaba en el patio, pero Rey Potro pronto comprendió que la clave no estaba en la agresión, sino en la paciencia y la precisión. Recordó las palabras del anciano: “El verdadero poder no está en la fuerza de tus brazos, sino en la claridad de tu mente y la pureza de tu propósito.”
Con cada movimiento, Rey Potro sincronizaba su respiración con sus acciones, dejando que su mente guiara su cuerpo. El samurái, aunque formidable, comenzó a notar la diferencia en la técnica de su oponente. Rey Potro no luchaba solo con su espada, sino con su espíritu.
El combate se extendió durante largos minutos, cada uno más desafiante que el anterior. Los espectadores contenían la respiración mientras las hojas de las espadas cortaban el aire con precisión letal. Finalmente, tras un intercambio final de golpes, Rey Potro desarmó al samurái con un giro ágil de su muñeca, dejando la hoja de su espada a un pelo del cuello de su adversario. Sin embargo, en lugar de asestar el golpe final, bajó su arma, mostrando respeto y honor.
El samurái, sorprendido pero impresionado, sonrió por primera vez.
—Has demostrado no solo habilidad, sino también sabiduría y compasión. Esas son las cualidades de un verdadero guerrero.
Con esas palabras, el samurái le entregó un mapa antiguo, indicando la ubicación del Castillo Himeji, donde se encontraba la katana superpoderosa que Rey Potro buscaba.
Esa noche, mientras las estrellas brillaban sobre el Templo Byōdōin, Rey Potro reflexionó sobre su viaje. Cada encuentro, cada lección, lo había preparado para este momento. Sabía que el camino aún era largo y que desafíos mayores lo aguardaban, pero también comprendía que la verdadera fuerza residía en la unión de la mente, el cuerpo y el espíritu.
Con el mapa en mano y el corazón lleno de determinación, Rey Potro dejó el templo al amanecer, sus pasos resonando en la tranquilidad del lugar. El reflejo del templo en el estanque parecía despedirse de él, un recordatorio constante de que la belleza y la paz se encuentran incluso en los lugares más inesperados. Mientras caminaba, el sonido de los tambores ceremoniales y el aroma del incienso quemándose en los altares flotaban en el aire, acompañándolo en su partida.
Su próxima parada sería el Castillo Himeji, donde la katana legendaria y nuevos desafíos lo esperaban. El viaje continuaba, pero Rey Potro sabía que cada paso lo acercaba más a su destino final, armado no solo con mapas y espadas, sino con la sabiduría y la experiencia que había ganado en su travesía.




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