RETO TOKIO CAPITULO 2 - ALGO CONOCIDO EN LA CIUDAD (Tokyo Drift/Teriyaki Boyz)
Rey Potro y Shin Chan avanzaban por las autopistas de Tokio en el Ford
Fiesta rojo, que rugía con fuerza, destacando entre el tráfico. Shin Chan, en
el asiento del copiloto, señalaba con entusiasmo los letreros luminosos y los
coches que pasaban a toda velocidad.
— ¡Esto es increíble! —Gritó el pequeño, mientras movía las manos como si
estuviera conduciendo—. ¡Es como estar en un videojuego!
—Tranquilo, copiloto —dijo Rey Potro, sonriendo—. Mantén los ojos abiertos.
Dime si ves algo sospechoso.
— ¿Quiénes son estos tipos? —preguntó Rey Potro, ajustando su agarre en el
volante.
Shin Chan, con los ojos brillando de emoción, exclamó:
— ¡Es el Mid Night Club! ¡Son legendarios! Siempre están corriendo en esta
carretera. Pero cuidado, no se toman a la ligera a los que invaden su
territorio.
Uno de los coches aceleró, colocándose a la par del Ford Fiesta. El
conductor, con gafas oscuras y gesto desafiante, hizo un gesto señalando hacia
adelante: era una invitación a una carrera.
— ¿En serio? —Dijo Rey Potro, arqueando una ceja—. ¿Creen que este cochecito
puede competir con esas bestias?
— ¡Claro que sí! —Gritó Shin Chan—. ¡A tope, Rey Potro! ¡Hazlo por la
aventura!
Rey Potro sonrió, cambiando la marcha y pisando el acelerador a fondo. El
Fiesta rugió con toda la potencia que podía ofrecer, sorprendiendo a los
miembros del Mid Night Club al mantenerse al ritmo... al menos por unos
segundos. Pero los coches modificados pronto demostraron su superioridad,
desapareciendo en el horizonte.
—Bueno, eso fue humillante —murmuró Rey Potro, mientras Shin Chan se reía a
carcajadas.
— ¡No importa! ¡Eres genial por intentarlo! —Dijo el niño, dándole unas
palmaditas en el hombro—. Además, ya estamos cerca de Daikoku Futo. ¡Te va a
encantar!
—Esto es... impresionante —susurró Rey Potro, bajándose del coche y mirando
a su alrededor.
Mientras tanto, Shin Chan tenía su atención en otra cosa. O más bien, en
alguien. Grupos de chicas vestidas a la moda estaban tomando fotos junto a los
coches, y Shin Chan no perdió tiempo. Se acercó con su andar peculiar y comenzó
a presentarse como el "rey de Kasukabe".
— ¡Hola, señoritas! ¿Quieren tomar una foto conmigo? Soy famoso, ¿saben?
—dijo, poniendo su mejor sonrisa pícara.
Rey Potro se llevó una mano a la frente, tratando de contener la risa.
Mientras tanto, algunos de los pilotos del lugar se acercaron para admirar el
Ford Fiesta. Aunque no era un coche típico del lugar, parecía haber ganado
cierto respeto por enfrentarse al Mid Night Club.
—Buen intento allá afuera —dijo uno de ellos, un hombre con una chaqueta de
cuero y un cigarro en la mano—. Pero este no es solo un lugar para coches
rápidos. Aquí también se comparten historias. ¿Qué te trae por aquí,
extranjero?
Rey Potro, aún asombrado por el lugar, respondió:
—Estoy buscando a alguien llamado Han. Me dijeron que este sería un buen lugar
para empezar a preguntar.
El hombre frunció el ceño al escuchar el nombre.
—Han, ¿eh? No es fácil encontrarlo, pero si estás en Daikoku, vas por buen
camino. Es un tipo que no aparece a menos que tenga un buen motivo. Tal vez
deberías impresionar a alguien aquí para que le avisen de tu llegada.
Rey Potro asintió, sabiendo que la búsqueda apenas comenzaba. Mientras
tanto, Shin Chan regresaba con un helado en la mano y una sonrisa triunfante.
— ¡Rey Potro! ¡Esto es genial! Creo que me estoy enamorando de Japón.
—Creo que yo también, pero escucha concentra tu energía, pequeño rey de
Kasukabe. Tenemos trabajo que hacer —respondió Rey Potro, mirando hacia el
horizonte.
El misterio seguía creciendo, y Rey Potro sabía que su misión lo llevaría a
enfrentarse a desafíos aún mayores.
Rey Potro se encontraba rodeado por una multitud de entusiastas del motor en
Daikoku Futo. El lugar era un paraíso del tuning: coches de todos los colores y
estilos, motores rugiendo y luces de neón reflejadas en el asfalto. Sin
embargo, no todo estaba saliendo como él esperaba.
—Si quieres encontrar a Han, necesitas demostrar que puedes manejar algo más
que rectas. Aquí, el respeto se gana derrapando. ¿Qué dices? ¿Te atreves a una
carrera de drift en el parking?
— ¿Drift? ¿Qué diablos es eso? —preguntó, frunciendo el ceño mientras miraba
a uno de los pilotos que le había retado.
El hombre, vestido con una chaqueta negra decorada con llamas, lo miró con
incredulidad.
— ¿Cómo que no sabes lo que es el drift? Es la esencia del control al volante.
Derrapar en las curvas sin perder velocidad. Si quieres respeto aquí, tienes
que probarlo.
Rey Potro miró su Ford Fiesta rojo, el cual destacaba entre todos los
deportivos japoneses. Su coche parecía un extraño en aquel lugar, pero no
estaba dispuesto a retroceder.
—Está bien, pero no me hago responsable si les doy una paliza con este
pequeño diablo —dijo, intentando sonar confiado.
Mientras tanto, Shin Chan, lejos de preocuparse por la carrera, estaba
completamente absorto con un grupo de chicas guapas que observaban la escena.
— ¡Señoritas! ¿Han visto mi increíble sonrisa? Soy Shin Chan, el galán de
Kasukabe. ¿Quieren una cita conmigo? —dijo, causando risas entre las mujeres,
que lo encontraban adorable y algo descarado.
— ¡Shin Chan! —Gritó Rey Potro, asomándose por la ventana del coche—. ¿Vas a
quedarte ahí o qué?
— ¡Tú tranquilo, Rey Potro! Estoy motivando a las chicas para que te animen
—respondió Shin Chan, mientras una de las chicas le revolvía el cabello con una
sonrisa.
Rey Potro negó con la cabeza y volvió a concentrarse en la carrera.
El inicio de la carrera
El circuito improvisado en el parking era un verdadero laberinto. Curvas
cerradas, columnas estrechas y rampas inclinadas prometían un desafío
complicado. Los demás coches, todos ellos modificados, rugían impacientes
mientras los pilotos se colocaban en la línea de salida.
— ¡Tres, dos, uno...! —gritó alguien desde la multitud, y los coches
salieron disparados.
Rey Potro aceleró con fuerza, sintiendo cómo su coche se adelantaba
ligeramente al principio. Sin embargo, al llegar a la primera curva, el
verdadero reto comenzó. Los demás pilotos tiraron del freno de mano con maestría,
derrapando en las curvas con movimientos elegantes y precisos. Rey Potro, por
su parte, intentó imitarlos, pero solo logró que su coche zigzagueara
torpemente.
— ¿Qué demonios estoy haciendo? —murmuró, luchando por mantener el control.
A pesar de sus esfuerzos, pronto quedó claro que no podía competir con los
expertos. Los demás pilotos lo superaron con facilidad, sus coches trazando
líneas de humo mientras él intentaba simplemente no chocar contra una columna.
Shin Chan, mientras tanto...
Desde las gradas improvisadas, Shin Chan seguía rodeado de chicas guapas.
— ¡Ese es mi amigo! ¡El de la chaqueta de cuero! Aunque... creo que va último
—comentó, llevándose un takoyaki a la boca.
Las chicas rieron y le animaron.
— ¡Vamos, Rey Potro! ¡Tú puedes! —gritó una de ellas, haciendo que Shin Chan
asintiera con orgullo.
— ¿Ven? ¡Todo gracias a mí!
El final de la carrera
Después de tres vueltas, Rey Potro cruzó la línea de meta en último lugar. Su
coche no tenía ni un rasguño, pero su orgullo estaba un poco golpeado. Los
demás pilotos salieron de sus coches, algunos riéndose entre dientes, pero uno
de ellos se acercó.
—Nada mal para tu primera vez —dijo el hombre de la chaqueta negra,
extendiendo la mano—. No todos logran terminar sin estrellarse. Eso ya dice
mucho.
Rey Potro estrechó la mano con una sonrisa forzada.
—Gracias... Supongo.
Antes de que pudiera decir algo más, un coche negro se detuvo junto a ellos.
Era un Nissan Silvia con un diseño impecable. Desde el interior, un hombre de
cabello oscuro y expresión tranquila observó la escena.
—Tú debes ser Rey Potro —dijo el hombre, bajando del coche y acercándose.
— ¿Y tú quién eres? —preguntó Rey Potro, frunciendo el ceño.
—Han —respondió el hombre, con una sonrisa ligera—. He oído que estás
buscando respuestas. Quizás podamos ayudarnos mutuamente.
Shin Chan, que finalmente se había acercado con las chicas a cuestas, miró a
Han con curiosidad.
— ¡Oye, este tipo se ve importante! ¿Es un superhéroe o algo?
Han soltó una leve risa y miró a Rey Potro.
—Parece que tienes un compañero interesante. Ven, hay cosas que debemos
discutir.
Rey Potro asintió, sabiendo que esta era su oportunidad de seguir adelante
en su misión. Mientras caminaban hacia el coche de Han, Shin Chan seguía
parloteando con las chicas, asegurándoles que él también era parte importante
del equipo.
Rey Potro y Han se sentaron en una mesa improvisada en el centro de Daikoku
Futo. Alrededor, el bullicio de los coches y las risas de los aficionados
seguía llenando el aire. Shin Chan estaba ocupado mostrando su "increíble
habilidad para hacer reír" a las chicas, lo que le dio a Rey Potro y Han
un momento para hablar con tranquilidad.
—Entonces, dime, Rey Potro —comenzó Han, cruzando los brazos—. ¿Cómo es que
un tipo como tú termina en Tokio, conduciendo un Ford Fiesta rojo con un rayo
pintado?
Rey Potro suspiró y apoyó los codos sobre la mesa.
—No sé ni por dónde empezar... Todo esto comenzó en la Ruta 66. Estaba
intentando escapar de una invasión alienígena en Los Ángeles. Perdí contacto
con mi gente y, de algún modo, mi coche dio un salto imposible. Me desperté
aquí, en Tokio, y desde entonces estoy intentando entender qué está pasando.
Han asintió lentamente, procesando la información.
—Alienígenas, ¿eh? No es lo más extraño que he escuchado, aunque admito que es
algo... grande.
—Creí que estaba solo en esto —continuó Rey Potro—. Pero hablé con Toretto.
Me dijo que viniera a buscarte, que tal vez podrías ayudarme.
Han sonrió con un toque de melancolía.
—Toretto siempre confió en la familia, y parece que ahora tú eres parte de
ella. Pero si lo que dices es cierto, entonces el mundo está en peligro, y no
puedes enfrentarte a algo así sin prepararte.
Rey Potro frunció el ceño.
— ¿Prepararme? ¿A qué te refieres?
Han se levantó y miró hacia el horizonte, donde las luces de Tokio brillaban
como estrellas artificiales.
—Si las alienígenas van a invadir el mundo, necesitarás más que habilidad al
volante. Aquí en Japón, hay una forma de prepararte. Algo que va más allá de lo
físico: la disciplina de un samurái.
Rey Potro arqueó una ceja.
— ¿Samurái? ¿Me estás diciendo que necesito una espada y armadura para luchar
contra alienígenas?
Han soltó una leve risa.
—No es solo cuestión de armas. Es cuestión de espíritu. La calma en el caos, la
precisión en la acción. Si realmente quieres estar listo para lo que viene,
tienes que dirigirte al Santuario Meiji. Allí hay un maestro que puede
enseñarte lo que necesitas.
Rey Potro asintió, aunque aún tenía dudas.
— ¿Y qué me garantiza que esto no es solo una pérdida de tiempo?
Han lo miró con seriedad.
—Nada. Pero si no te preparas, estarás enfrentándote a lo desconocido con las
manos vacías. Tú decides, Rey Potro.
Shin Chan apareció de repente, con una chica en cada brazo.
— ¡Oigan! ¿Ya terminaron con la charla seria? Porque yo ya convencí a estas dos
de que vengan con nosotros.
Han sonrió y negó con la cabeza.
—Parece que también tienes un buen compañero para el camino.
Rey Potro se levantó de la mesa, mirando a Shin Chan y luego a Han.
—Está bien. Iré al Santuario Meiji. Pero espero que este maestro valga la pena.
Han asintió.
—No te preocupes. Te guiaré hasta la entrada. A partir de ahí, el camino será
tuyo.





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