RETO TOKIO CAPITULO 23 - EL REPARTIDOR DE TOFU (Rage Your Dream/真栗)
— ¿Así que eres tú quien me desafía? —preguntó Takumi con una ligera sonrisa, inclinando la cabeza.
—Sí, y no pienso retroceder —respondió Rey Potro con firmeza, sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo.
El acuerdo era claro: una carrera desde la cima hasta la base del monte Fuji. No habría segundas oportunidades, no habría margen para errores. Solo quien llegara primero sería el vencedor.
El rugido de los motores rompió el silencio de la montaña cuando ambos autos fueron lanzados hacia la oscuridad serpenteante del descenso. Rey Potro comenzó detrás, observando cada movimiento de Takumi con ojos de halcón. El AE86 se deslizaba con elegancia quirúrgica por las curvas, como si estuviera dibujando su camino con total precisión. Era evidente que Takumi conocía la carretera como la palma de su mano.
Pero Rey Potro no se dejó intimidar. Con cada kilómetro, sentía cómo todo lo que había aprendido en su viaje resonaba en su mente: la paciencia de los pokemon, la concentración que Goku le enseñó y la disciplina delos samuráis. Sabía que no podía derrotar a Takumi con pura velocidad; debía usar la estrategia, encontrar su propio ritmo en la carretera.
Los primeros tramos eran estrechos y técnicos, con curvas en horquilla que exigían un control absoluto del coche. Takumi dominaba cada giro con maestría, sin desperdiciar un solo movimiento. Rey Potro intentaba seguirle el ritmo, sintiendo cómo su Fiesta se adaptaba a la carretera. Cada frenada era calculada, cada aceleración medida con precisión.
El sudor perlaba su frente, pero su mente estaba enfocada. Recordó las enseñanzas del viejo samurái en Kioto: "No es la espada lo que gana la batalla, sino la mente del guerrero". Aplicó ese principio a la conducción. En lugar de forzar el coche, se convirtió en uno con él, sintiendo el asfalto como una extensión de su propio ser.
Takumi empezó a notar la presión. En un tramo de curvas enlazadas, Rey Potro redujo la distancia, aprovechando su conocimiento sobre la inercia y el peso del vehículo. Cada derrape era más limpio, más preciso. Las luces traseras del AE86 brillaban en la noche, pero ya no parecían inalcanzables.
—Nada mal... —murmuró Takumi, sintiendo la emoción del desafío.
Al llegar a un tramo más abierto, Takumi aceleró, usando la ventaja de su experiencia. Rey Potro, sin embargo, no se dejó amedrentar. Aprovechó la aerodinámica de su coche para reducir la resistencia y mantenerse en la pelea. La velocidad aumentaba, el viento rugía contra los vidrios, y el rugido de los motores era lo único que rompía la quietud de la montaña.
Cada curva era un duelo de titanes. Rey Potro aplicó un derrape en una curva cerrada, acercándose aún más. La adrenalina era pura, el tiempo parecía ralentizarse con cada maniobra. Sentía el pulso de la carrera en sus venas, como si cada movimiento fuera parte de una coreografía perfectamente ensayada.
El tramo final se acercaba. Una serie de curvas en descenso pondría a prueba sus reflejos y su determinación. Takumi intentó mantener su ventaja, pero Rey Potro estaba en su mejor momento. Uniendo todo lo que había aprendido, ejecutó un derrape perfecto en una de las curvas más traicioneras, colocándose justo a la par del legendario corredor.
Takumi levantó una ceja, impresionado.
—Veo que no eres solo palabras —dijo con una sonrisa desafiante.
El último tramo era una recta larga antes de la meta. Ambos pisaron el acelerador a fondo, los motores rugiendo al máximo de su capacidad. Rey Potro recordó cada sacrificio, cada entrenamiento, cada amigo que lo había acompañado en el viaje. En ese instante, sintió algo diferente.
Una energía recorrió su cuerpo. De las luces traseras de su Ford Fiesta comenzó a salir una estela brillante, iluminando la carretera como si fuera un destello de pura energía. Takumi, sorprendido, vio cómo Rey Potro lo adelantaba de forma repentina e inexplicable.
— ¡Increíble...! —susurró, con una expresión de asombro genuino.
Rey Potro sintió la conexión con su coche en su máximo esplendor. Cada enseñanza, cada experiencia, se fusionaron en ese momento de absoluta armonía con la velocidad. Y, al abrir los ojos, cruzó la línea de meta antes que Takumi.
Un profundo silencio se apoderó del ambiente. El viento helado sopló, meciendo las hojas de los árboles y dejando que la victoria se asentara en el aire.
Takumi miró a Rey Potro y asintió, con una sonrisa de respeto y aceptación.
—Enhorabuena... me has vencido —dijo con voz tranquila—. Eres el nuevo DK, Drift King.
Han y el equipo estalló en vítores y aplausos. Rey Potro, exhausto pero satisfecho, se apoyó en su coche, respirando hondo. Sabía que este era solo un paso más en su camino. Había demostrado su valía, pero lo más importante era que ahora, por fin, estaba preparado para enfrentarse al verdadero enemigo: los alienígenas.
El destino lo esperaba, y esta vez, Rey Potro estaba listo para enfrentarlo.
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