RETO TOKIO CAPITULO 4 - ROBOTS DE GUERRA (Mazinger Z Infinity Opening Japonés)



A la mañana siguiente, con el sol brillando sobre la ciudad de Tokio, Rey Potro y Shin Chan se subieron al Ford Fiesta rojo, listos para dirigirse al Santuario Meiji. Rey Potro ajustó sus gafas inteligentes mientras el motor del coche rugía suavemente.

—Hoy comienza mi camino para convertirme en un verdadero samurái —dijo con determinación.

Shin Chan, que masticaba una barra de cereales, apenas escuchaba. Miraba distraídamente por la ventana, observando el paisaje urbano que pasaba a toda velocidad. De repente, algo captó su atención y comenzó a dar saltos en su asiento.

— ¡Ahí está! ¡Ahí está! ¡El robot que busco! —gritó, señalando hacia un enorme edificio con una figura gigante de Gundam en la entrada.

Rey Potro frunció el ceño.

— ¿Robot? ¿De qué hablas ahora?

Shin Chan prácticamente se lanzó sobre el volante, obligándolo a reducir la velocidad.

— ¡Es la Gundam Base! ¡Ahí está mi robot mágico! Por favor, Rey Potro, hagamos una parada. ¡Solo será un minuto!

Rey Potro suspiró, mirando al enorme robot que se erguía como un coloso metálico frente al edificio.

— ¿Un minuto, dices? —preguntó, sabiendo perfectamente que no sería así.

Shin Chan asintió rápidamente, con una sonrisa tan inocente como convincente.

— ¡Te lo prometo!

Sin muchas opciones y sabiendo que resistirse sería inútil, Rey Potro giró el volante y estacionó frente al icónico lugar. Al bajarse del coche, Shin Chan salió corriendo hacia la entrada, dejando a Rey Potro detrás.

—Este niño tiene más energía que un motor turbo —murmuró, siguiéndolo.

Dentro de la Gundam Base, Rey Potro quedó impresionado por la inmensidad del lugar. Había réplicas gigantes de robots, vitrinas llenas de modelos a escala y estaciones donde los visitantes podían construir sus propias figuras. Shin Chan corría de un lado a otro, señalando todo con entusiasmo.



— ¡Mira este! ¡Y este! ¡Es increíble! —decía mientras sus ojos brillaban como dos estrellas.

Rey Potro, que nunca había tenido mucho interés en los robots, no podía evitar sentirse ligeramente contagiado por la emoción del niño.

— ¿Y cuál es el famoso robot mágico que buscas? —preguntó, cruzándose de brazos.

Shin Chan se detuvo frente a una figura gigante de Gundam Unicorn y señaló con un dedo dramático.

— ¡Ese! Es el más poderoso de todos. Dicen que tiene energía suficiente para salvar al mundo... o destruirlo.



Rey Potro miraba el imponente robot Gundam con escepticismo mientras Shin Chan saltaba de emoción a su lado. Pero cuanto más lo observaba, más evidente se hacía que no era solo una figura decorativa. Había algo en sus proporciones, en los detalles y en las luces parpadeantes que lo hacían diferente.

— ¿Esto es... real? —murmuró Rey Potro, ajustándose las gafas inteligentes para analizarlo mejor.

Un zumbido bajo y constante parecía emanar del gigante metálico, como si estuviera vivo. Mientras tanto, Shin Chan no dejaba de señalarlo.

— ¡Te lo dije! ¡Es un robot mágico! —exclamó, corriendo hacia la base del coloso.

Rey Potro lo siguió, aunque con cautela. Al llegar más cerca, un panel lateral del Gundam se abrió con un siseo neumático, revelando una pasarela que llevaba al interior del robot. Shin Chan miró a Rey Potro con una sonrisa de oreja a oreja.

— ¡Vamos, entremos!

—Espera un momento, niño —dijo Rey Potro, sujetándolo por la mochila—. Esto no es un juguete.

Pero antes de que pudiera detenerlo, Shin Chan ya estaba subiendo por la pasarela. Rey Potro suspiró profundamente y lo siguió, preparado para cualquier cosa.

Dentro del Gundam, la cabina estaba llena de controles, pantallas y luces que parecían sacados de una película de ciencia ficción. Shin Chan se subió al asiento principal y comenzó a apretar botones al azar, haciendo que las pantallas se encendieran y mostraran datos incomprensibles.

— ¡Mira esto, Rey Potro! ¡Puedo mover los brazos! —gritó Shin Chan mientras manipulaba unas palancas, y el brazo derecho del Gundam se levantaba lentamente, emitiendo un sonido mecánico.

Rey Potro se quedó boquiabierto.
—Esto no puede estar pasando... Es un maldito robot de combate.

En ese momento, una voz artificial resonó en la cabina.
Sistema activado. Identificando usuario... Piloto compatible detectado. Iniciando protocolo de entrenamiento.

Las pantallas comenzaron a mostrar simulaciones de combate, y Shin Chan, aunque divertido, parecía estar aprendiendo rápido. Rey Potro no podía creer lo que veía.

—Oye, Shin Chan, esto no es un juego. Este robot podría ser nuestra mejor arma contra las alienígenas.

Shin Chan giró en su asiento con una sonrisa confiada.
— ¡Por eso estoy practicando! Si esos aliens vuelven, les daré una paliza con este bebé.

Rey Potro lo miró con una mezcla de orgullo y resignación. Aunque el niño era impredecible, su entusiasmo podía ser útil.

—Está bien, pequeño samurái, pero escucha bien: quiero que te quedes aquí y aprendas todo lo que puedas sobre cómo manejar este robot. Si el mundo nos necesita, quiero que estés listo para usarlo.

Shin Chan asintió solemnemente, aunque Rey Potro sabía que no entendía del todo la seriedad de la situación.
— ¡Cuenta conmigo, jefe! ¡Soy el mejor piloto que tendrás!

Rey Potro salió de la cabina, dejando a Shin Chan emocionado con su nuevo juguete, y miró hacia el enorme robot desde el suelo. Aunque no le gustaba dejar al niño solo, algo le decía que este era su destino.

—Hazlo bien, Shin Chan. Puede que el mundo dependa de ti —dijo en voz baja antes de volver al coche y dirigirse finalmente hacia el Santuario Meiji.

El rugido del motor del Ford Fiesta se desvaneció mientras el gigante Gundam permanecía en pie, imponente, con su nuevo piloto preparado para el futuro.





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