RETO TOKIO CAPITULO 6 - LA ESPADA DEL SAMURÁI (Smile/Butterfly)
Rey Potro 07 se despidió del Santuario Meiji sin haber sentido aún el verdadero significado de ser un samurái. Las palabras de los monjes resonaban en su cabeza, pero no lograban conectar del todo. "¿Qué significa vivir con honor? ¿Qué tiene que ver esto conmigo?", " ¿un corredor en las montañas? " se preguntaba mientras avanzaba hacia el Santuario Togoshu, donde le habían dicho que encontraría más respuestas.
El viaje hacia Togoshu fue corto y apenas sin salir de Tokio, pero Rey Potro no tenía ánimo para admirarlos. Su mente estaba sumida en un torbellino de dudas. Al llegar al santuario, un monje anciano lo recibió con una reverencia, su rostro sereno como un lago en calma.
—Bienvenido, viajero. Aquí no encontrarás armas ni guerreros, solo preguntas y quizás algunas respuestas —dijo el monje mientras lo guiaba hacia un pequeño jardín zen.
Rey Potro frunció el ceño. — ¿Preguntas? Lo que necesito son habilidades para enfrentar a los alienígenas.
El monje sonrió. —Las habilidades son inútiles sin comprensión. Aquí aprenderás lo que significa ser un verdadero samurái.
Durante los días siguientes, Rey Potro fue sometido a diversas pruebas y lecciones que lo desconcertaban. Una de las primeras fue la tarea de barrer el jardín zen cada mañana. Aunque parecía simple, cada vez que creía haber terminado, el monje encontraba un defecto y le pedía que comenzara de nuevo.
—La perfección no está en el resultado, sino en el esfuerzo constante —le explicó el monje, viendo la frustración de Rey Potro.
Más tarde, fue llevado a una fragua donde un herrero samurái retirado trabajaba en silencio, creando espadas con una precisión impresionante. Rey Potro observó cómo el hombre golpeaba el metal al rojo vivo, una y otra vez, moldeándolo pacientemente.
—Cada golpe cuenta. Así es la vida de un samurái: moldear tu espíritu con paciencia y determinación —le dijo el herrero sin apartar la vista de su trabajo.
Rey Potro intentó ayudar en la fragua, pero rápidamente se dio cuenta de que no tenía la fuerza ni la destreza necesarias. El herrero no se lo reprochó, pero tampoco lo ayudó. Solo le ofreció una frase que resonó profundamente en él:
—El acero más fuerte es forjado en el fuego más intenso.
Por las noches, una anciana que vivía en el bosque cercano visitaba el santuario. Ella no hablaba mucho, pero cuando lo hacía, sus palabras eran acertadas y llenas de sabiduría.
—Un samurái no lucha solo con su espada, sino con su corazón. Si no entiendes por qué peleas, ya has perdido —le dijo una noche mientras compartían una simple cena.
Rey Potro no podía evitar cuestionarse. Todo parecía tan abstracto, tan alejado de lo que él consideraba una preparación para la batalla. Pero algo en las palabras de la anciana le hizo reflexionar.
Finalmente, después de varios días, el monje anciano se acercó a él con una nueva misión.
—Has aprendido lo básico, aunque aún no lo entiendas. Para continuar en este camino, debes dirigirte al bosque y seguirlo hasta llegar a Kioto. Allí encontrarás el siguiente paso en tu viaje. Pero el bosque no es solo un lugar de árboles y sombras. Es un reflejo de tu espíritu. Atraviésalo con cuidado.
Rey Potro asintió, aunque aún se sentía inseguro. Antes de partir, la anciana le entregó un pequeño amuleto.
—Esto te protegerá, pero recuerda: el verdadero peligro está dentro de ti, no en el bosque.
Con esas palabras resonando en su mente, Rey Potro 07 emprendió su camino hacia el bosque, un lugar que prometía ser tanto un desafío físico como espiritual. A medida que se adentraba en las sombras de los árboles, sintió que estaba entrando en un mundo completamente nuevo, uno donde tendría que enfrentarse a sí mismo antes de poder enfrentar a los alienígenas.



Comentarios
Publicar un comentario