RETO TOKIO CAPITULO 7 - NOS ADENTRAMOS EN EL BOSQUE (Miki Matsubara/Stay With Me)

 

Rey Potro 07 se adentró en el bosque con pasos vacilantes, siguiendo el sendero indicado por el monje del Santuario Togoshu. El aire se sentía distinto allí, más fresco pero cargado de una extraña tensión. Los árboles se alzaban altos y densos, dejando pasar solo finos rayos de luz que danzaban sobre el suelo cubierto de hojas. El canto de los pájaros y el suave crujir de las ramas bajo sus botas eran los únicos sonidos que lo acompañaban. Por primera vez desde que había llegado a Japón, estaba completamente solo.

El monje había dicho que el bosque sería un reflejo de su espíritu, pero para Rey Potro, hasta ahora, solo era un lugar oscuro y confuso. Cada vez que creía avanzar, el camino parecía cambiar, bifurcarse o cerrarse completamente. En más de una ocasión pensó en regresar, pero al mirar hacia atrás, el sendero parecía desvanecerse en un mar de árboles idénticos. "No hay vuelta atrás", se dijo, apretando los puños.

A medida que avanzaba, el terreno se volvía más complicado. Las raíces sobresalían del suelo, formando trampas naturales que lo hacían tropezar constantemente. En una de esas caídas, rodó por una leve pendiente, quedando cubierto de hojas y tierra. Se incorporó con un gruñido, sacudiéndose el polvo de la chaqueta de cuero, y murmuró: —Esto no es nada. He enfrentado cosas peores.

 


Pero el bosque no lo hacía fácil. Las horas parecían alargarse, y el sol apenas era visible entre las copas de los árboles. Rey Potro empezó a notar algo extraño: los sonidos del bosque se apagaban en ciertos puntos. Podía caminar por un tramo donde todo era vida y ruido, y de repente, como si cruzara un umbral invisible, el silencio absoluto lo envolvía. En esos momentos, sentía un peso en el pecho, como si el aire mismo conspirara para detenerlo.

Una de esas zonas silenciosas lo llevó a un claro donde un árbol caído bloqueaba el camino. Era un árbol enorme, con un tronco tan ancho como el coche que había dejado en Tokio. Al principio, pensó en escalarlo, pero al tocar la corteza, una sensación extraña lo detuvo. Era como si el árbol vibrara suavemente bajo su mano. Retrocedió, sacudiendo la cabeza, y decidió buscar un camino alternativo, pero el claro parecía cerrarse a su alrededor. Con un suspiro, volvió al árbol y, con esfuerzo, logró treparlo.

Al llegar al otro lado, notó algo diferente en el ambiente. El aire era más frío, y el suelo parecía más húmedo. Cada paso hacía que sus botas se hundieran ligeramente en el barro. Aquí, el bosque parecía vivo de una manera distinta, casi como si lo observase. No había animales visibles, pero Rey Potro no podía sacudirse la sensación de estar siendo seguido.

Esa sensación llegó a un punto crítico cuando, al cruzar un pequeño arroyo, escuchó un crujido detrás de él. Se giró rápidamente, pero no vio nada. — ¿Quién anda ahí? —gritó, con el tono desafiante que había usado tantas veces en la Ruta 66. Pero el bosque no respondió. Solo el eco distante de su propia voz le devolvió la pregunta.

Decidió seguir avanzando, aunque el peso en su pecho no hacía más que aumentar. El sendero lo llevó a un punto donde los árboles se abrían, revelando un lago tranquilo. El agua era tan clara que podía ver el fondo, pero lo que llamó su atención fue una pequeña isla en el centro. Sobre ella había una roca alta con inscripciones que no podía leer desde la distancia. Algo en esa isla lo atraía, como un imán.

Sin pensarlo demasiado, se quitó las botas y la chaqueta, y comenzó a cruzar el lago a nado. El agua estaba helada, y cada brazada le costaba más que la anterior, pero finalmente alcanzó la isla. Al trepar la roca, pudo ver las inscripciones más de cerca. Aunque no entendía el idioma, las formas y patrones le transmitían una sensación de calma. Se sentó junto a la roca, dejando que el sol que se filtraba entre los árboles lo calentara mientras trataba de recuperar el aliento.



Fue en ese momento cuando las palabras del monje regresaron a su mente. "El verdadero peligro está dentro de ti, no en el bosque." Rey Potro se dio cuenta de que había pasado gran parte del camino luchando contra el entorno, pero quizás el desafío no era vencer al bosque, sino aceptarlo. Cerró los ojos y respiró profundamente, intentando dejar de lado su frustración y sus dudas.

Cuando volvió a abrir los ojos, el lago parecía diferente. El agua reflejaba las copas de los árboles, pero también algo más: una claridad que no había notado antes. Era como si el bosque estuviera respondiendo a su calma, mostrándole el camino.

Decidió volver al sendero, pero esta vez con una nueva actitud. En lugar de apresurarse o frustrarse por los obstáculos, trató de observar cada detalle, de escuchar al bosque en lugar de resistirse a él. Esto no hizo que el camino fuera más fácil, pero sí más soportable. Al final del día, encontró un pequeño refugio natural bajo unas rocas donde pudo descansar. Mientras observaba las estrellas a través de un claro en el dosel del bosque, se dio cuenta de que había aprendido algo importante: a veces, el camino más difícil no es el externo, sino el interno.

Cuando cerró los ojos, recordó las palabras de la anciana del Santuario Togoshu: "El verdadero peligro está dentro de ti." Ahora, comenzaba a entender lo que significaban, aunque aún no del todo. Su viaje por el bosque no había terminado, y todavía faltaba mucho para llegar a Kioto, pero algo en él había cambiado.




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